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bien el lenguaje que las define, etc.). Por si fuera poco, un sueco acaba de lanzar una teoría muy vistosa sobre la química cerebral. Pensar es el resultado de la interacción de unos ácidos de cuyo nombre no quiero acordarme. Acido, ergo sum. Te echás una gota en las meninges y a lo mejor Oppenheimer o el doctor Petiot, asesino eminente. Ya ves cómo el cogito, la Operación Humana por excelencia, se sitúa hoy en una región bastante vaga, entre electromagnética y química, y probablemente no se diferencia tanto como pensábamos de cosas tales como una aurora boreal o una foto con rayos infrarrojos. Ahí va tu cogito, eslabón del vertiginoso flujo de fuerzas cuyos peldaños en 1950 se llaman inter alia impulsos eléctricos, moléculas, átomos, neutrones, protones, potirones, microlxitones, isótopos radiactivos, pizcas de cinabrio, rayos cósmicos: Words, words, words. Hamlet, acto segundo, creo. Sin contar agregó Oliveira suspirando que a lo mejor es al revés, y resulta que la aurora boreal es un fenómeno espiritual, y entonces sí que estamos como queremos... Con semejante nihilismo, harakiri dijo Etienne. 262 99 Pues claro, manito dijo Oliveira . Pero para volver al viejo, si lo que él persigue es absurdo, puesto que es como pegarle con una banana a Sugar Ray Robinson, puesto que es una insignificante ofensiva en medio de la crisis y la quiebra total de la idea clásica del homo sapiens, no hay que olvidarse de que vos sos vos y yo soy yo, o que por lo menos nos parece, y que aunque no tengamos la menor certidumbre sobre todo lo que nuestros gigantes padres aceptaban como irrefutable, nos queda la amable posibilidad de vivir y de obrar como si, eligiendo hipótesis de trabajo, atacando como Morelli lo que nos parece más falso en nombre de alguna oscura sensación de certidumbre, que probablemente será tan incierta como el resto, pero que nos hace levantar la cabeza y contar las Cabritas, o buscar una vez más las Pléyades, esos bichos de infancia, esas luciérnagas insondables. Coñac. Se acabó dijo Babs . Vamos, me estoy durmiendo. Al final, como siempre, un acto de fe dijo Etienne, riendo . Sigue siendo la mejor definición del hombre. Ahora, volviendo al asunto del huevo frito... (-35) 263 100 100 Puso la ficha en la ranura, marcó lentamente el número. A esa hora Etienne debía estar pintando y le reventaba que le telefonearan en mitad del trabajo, pero lo mismo tenía que llamarlo. El teléfono empezó a sonar del otro lado, en un taller cerca de la Place d Italie, a cuatro kilómetros de la oficina de correos de la rue Danton. Una vieja con aire de rata se había apostado delante de la casilla de vidrio, miraba disimuladamente a Oliveira sentado en el banco con la cara pegada al aparato telefónico, y Oliveira sentía que la vieja lo estaba mirando, que implacablemente empezaba a contar los minutos. Los vidrios de la casilla estaban limpios, cosa rara: la gente iba y venía en el correo, se oía el golpe sordo (y fúnebre, no se sabía por qué) de los sellos inutilizando las estampillas. Etienne dijo algo del otro lado, y Oliveira apretó el botón niquelado que abría la comunicación y se tragaba definitivamente la ficha de veinte francos. Te podías dejar de joder rezongó Etienne que parecía haberlo reconocido en seguida . Sabés que a esta hora trabajo como un loco. Yo también dijo Oliveira . Te llamé porque justamente mientras trabajaba tuve un sueño. ¿Cómo mientras trabajabas? Sí, a eso de las tres de la mañana. Soñé que iba a la cocina, buscaba pan y me cortaba una tajada. Era un pan diferente de los de aquí, un pan francés como los de Buenos Aires, entendés, que no tienen nada de franceses pero se llaman panes franceses. Date cuenta de que es un pan más bien grueso, de color claro, con mucha miga. Un pan para untar con manteca y dulce, comprendés. Ya sé dijo Etienne . En Italia los he comido. Estás loco. No tienen nada que ver. Un día te voy a hacer un dibujo para que te des cuenta. Mirá, tiene la forma de un pescado ancho y corto, apenas quince centímetros pero bien gordo en el medio. Es el pan francés de Buenos Aires. El pan francés de Buenos Aires repitió Etienne. Sí, pero esto sucedía en la cocina de la rue de la Tombe Issoire, antes de que yo me mudara con la Maga. Tenía hambre y agarré el pan para cortarme
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