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Pero no había ya Maestro de Poder, y el emperador... El propio emperador había hecho posible aquella batalla... El emperador y... Hasta aquel momento no se había permitido pensar en ella: ni en el combate, por miedo a distraerse, ni después, por miedo a lo que pudiese descubrir. Pero ahora, no había problema. Ella llegaba caminando con paso inseguro entre las melladas rocas, seria, fatigada, pero con la cabeza regiamente alzada. Gracias, pistolero Cade, en nombre de mi tío y en el mío propio. Le hablaba protocolariamente, pero él comprendió. No había palabras con las que pudiese expresar su propia alegría. Ella estaba viva, ilesa. Podrían decírselo sus brazos y sus labios, pero no con palabras... No tienes que darme las gracias dijo él , dátelas a ti y a tus hermanos. Luego, sus ojos se encontraron y hasta el lenguaje protocolario se hizo imposible. ¡Oh, pistolero! era Tucker, que subía . Estoy agrupándoles abajo. ¿Debemos dejar una guardia aquí? ¿Para qué? con dificultad, Cade volvió al instante presente y a sus realidades . ¿Podrán transportar sus hombres más cosas? Hay equipo que merece la pena salvar. Tucker revolvió con el pie los restos del cuartel general. ¿Algo de esto? Lo revisaré dijo, y se volvió a Jocelyn . ¿Puedo hablar primero contigo? Unas palabras... Por supuesto. Le cogió del brazo y él la ayudó a bajar hasta un lugar resguardado. ¿Y ahora qué? preguntó él simplemente. ¿Ahora? Hemos de ir a ver a la Estrella de Marte, hemos de ir a la Corte. Y luego... Bueno, quizá podamos volver. El Maestro de Poder no había designado ningún heredero. Quizá podamos volver a la Tierra sin problemas. Habrá allí mucha confusión y tal vez estemos seguros. Pero lo más probable es que la Estrella de Marte te ponga al mando de todas sus tropas. Las palabras quedaron colgando en el aire. ¿Y tú? preguntó Cade. No sé. Habrá cosas que hacer. No estoy acostumbrada a estar ociosa. No me gustaría ser su pistolero superior dijo lentamente Cade . Creo que quizá me gustase casarme algún día. ¡Oh, Cade! había risa en sus ojos . Esto no es la Tierra. No haremos otra vez la Orden. La mayoría de tus milicianos, si les llamas así, se casarán. Eso es cierto dijo él . No lo había pensado. Los viejos hábitos... Jocelyn, yo... ¿cómo podría decirlo? ¡Eres de la misma sangre que el emperador! gritó. El emperador dijo ella suavemente es un hombre también, un hombre sabio. Y casado. Entonces Cade supo que no había ningún medio de decirlo; que las palabras no bastaban. Como hicieron en otra ocasión, empujados por la cólera, pero ahora con ternura, la tomó entre sus brazos y la atrajo hacia sí. Como antes, pero no ya con sorpresa, sino con pleno conocimiento, ella le besó. Permanecieron varios minutos allí sentados, juntos, hasta que una sombra comenzó a crecer sobre ellos. Cade se alzó y la ayudó a levantarse. Hay trabajo que hacer dijo. Trabajo para los dos, querido. Querida dijo él. Dijo la nueva palabra maravillado, y luego sonrió. Tenía tanto que aprender... FIN
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